La NASA acelera la construcción de un reactor nuclear en la Luna ante el avance de China y Rusia

Los asentamientos permanentes en la Luna son el siguiente objetivo de grandes agencias espaciales. Sin embargo, quedarse a 'vivir' en nuestro satélite no será tarea sencilla: los astronautas necesitan, más allá del soporte vital que garantice sus estancias, toda una infraestructura que les facilite, por ejemplo, energía. China y Rusia ya han confirmado su intención de establecer reactores nucleares lunares para garantizar su suministro y ahora parece que la NASA también se está planteando la posibilidad.
Según informó el medio estadounidense 'Politico', esta semana el administrador interino de la agencia y también secretario de Transportes, Sean Duffy, anunciará ambiciosos planes en este sentido, cuyo plazo para hacerse realidad no se irá más lejos de 2030. Sin embargo, poner un reactor nuclear en la Luna no significará solo el suministro de energía, sino que también podría responder a motivaciones geopolíticas. Es decir: una nueva carrera espacial se encuentra en ciernes.
Duffy advirtió, tal y como explica 'Politico' citando una carta adelantada por 'The New York Times', que los proyectos de China y Rusia para construir una central nuclear automatizada en nuestro satélite para 2035 podrían significar la declaración de una zona de exclusión en territorio lunar; es decir, su 'parcela' en la Luna. Esta posibilidad es la que ha encendido las alarmas en Washington, que ahora busca mantener su liderazgo en el espacio.
En la misiva se afirma que es «imperativo que la agencia se mueva con rapidez» para garantizar la seguridad nacional y el desarrollo de una futura economía lunar. Duffy ha solicitado propuestas a empresas privadas para construir un reactor que genere al menos 100 kilovatios de energía, una cifra modesta en comparación con las turbinas eólicas terrestres que producen entre 2 y 3 megavatios.
El concepto de un reactor nuclear en la Luna, no obstante, no es algo totalmente nuevo para la NASA: ya en el anterior mandato de Trump, justo al final de la legislatura, firmó un concurso para que las empresas presentaran sus propias propuestas, que finalmente fueron entregados a tres compañías en contratos de 5 millones de dólares cada uno en 2022.
La viabilidad del proyecto se apoya en el desafío energético que implica la vida en nuestro satélite natural. Un día lunar equivale a cuatro semanas terrestres, con dos semanas de luz solar continua seguidas por dos semanas de oscuridad total, lo que hace que depender de energía solar sea extremadamente complejo.
«Construir incluso un hábitat lunar modesto para una pequeña tripulación requeriría generación de energía a escala de megavatios. Los paneles solares y las baterías no pueden cumplir con esas demandas de forma confiable», explicó a la BBC Sungwoo Lim, profesor de aplicaciones espaciales en la Universidad de Surrey. «La energía nuclear no es solo deseable, es inevitable», añadió.
Por su parte, Lionel Wilson, experto en ciencias planetarias de la Universidad de Lancaster, afirmó que el objetivo de tener un reactor en la Luna para 2030 es técnicamente posible «si se destina suficiente dinero», destacando que ya existen diseños para reactores pequeños. «Solo se necesita tener suficientes lanzamientos del programa Artemis para construir la infraestructura en la Luna para entonces», dijo a la BBC.
Pese a su potencial, el plan no está exento de polémica. El lanzamiento de material radiactivo al espacio conlleva riesgos y permisos. Además, la propuesta llega en un momento de incertidumbre para la NASA. La administración Trump había anunciado recortes del 24% en el presupuesto de la agencia para 2026, afectando programas científicos clave como el de retorno de muestras de Marte.
Algunos científicos temen que la carrera por establecer presencia en la Luna se esté guiando más por intereses geopolíticos que por la ciencia. «Parece que estamos volviendo a los días de la primera carrera espacial, lo cual, desde una perspectiva científica, es algo decepcionante y preocupante», expresó también a la BBC Simeon Barber, especialista en ciencia planetaria de la Open University. «La competencia puede fomentar la innovación, pero si el enfoque se reduce al interés nacional y a establecer propiedad, se puede perder de vista el objetivo mayor, que es explorar el sistema solar y más allá», advirtió.
Los comentarios de Duffy sobre una posible «zona de exclusión» parecen aludir a uno de los puntos más conflictivos de los Acuerdos de Artemis, firmados en 2020 por siete naciones para establecer principios de cooperación en la Luna. Estos acuerdos incluyen la creación de «zonas de seguridad» alrededor de las operaciones y activos instalados en la superficie lunar.
«Si construyes un reactor nuclear o cualquier tipo de base en la Luna, entonces puedes empezar a reclamar que tienes una zona de seguridad alrededor, porque tienes equipo allí», explicó Barber. «Para algunas personas, esto equivale a decir: 'nosotros somos dueños de esta parte de la Luna, vamos a operar aquí y ustedes no pueden entrar'», añadió.
La construcción de un reactor lunar parece, en teoría, un paso necesario para la colonización del espacio. Lo que no parece tan sólido, al menos de momento, es la estrategia para conseguirlo, ya que se debe incluir transporte, hábitats y financiación sostenida. Y, de momento, el Programa Artemis se está enfrentando a graves retrasos: la idea es llevar al primer astronauta a la Luna en 2027, si bien la anterior misión, Artemis 2, que en teoría debería producirse el próximo año, aún no tiene fecha definida.
Todo eso sin contar con la citada incertidumbre por los recortes en los presupuestos y en el personal, con proyectos como la estación orbital lunar Gateway o el cohete SLS pendiendo de un hilo.
ABC.es