La paulatina desaparición de los bosques de Malaui empuja a los monos a luchar contra la población local para sobrevivir
Francis James (Zilindo, Malaui, 36 años) nota que el bosque en la meseta de Zomba, al sur de Malaui, ha retrocedido. Desde hace 10 años se dedica a la venta de leña, por lo que todos los días se levanta antes del amanecer y se dirige hacia ese lugar para recoger madera, que luego vende desde su casa. Cuenta que antes, cuando el bosque estaba intacto, no tenía más que pasearse por la falda de la montaña para reunir la leña necesaria. Pero ahora tiene que caminar una media de dos horas montaña arriba para encontrarla. Luego, tarda otras dos horas en bajar para regresar a casa.
“La culpa la tienen los madereros ilegales, que han esquilmado estos bosques”, señala James y agrega otro problema. Los campesinos no solo han perdido leña, sino el acceso a frutos silvestres porque se ha desatado una batalla por los alimentos con los monos que viven en esta meseta de 50 kilómetros cuadrados donde, antes, crecían frutos como arándanos, fresas, plátanos y mangos. Si los monos ven que un poblador lleva comida, se la intentan arrebatar y otros, incluso, se adentran en lugares como el hotel Ku Chawe Sunbird, un resort en la montaña, en busca de alimento. Pero a su vez, algunas personas del pueblo, ante la escasez de recursos, se dedican a cazar y matar monos para alimentarse, lo que hace temer que, junto a la deforestación creciente, los primates de la región desaparezcan.
Saidi Asima Kamphepo, jefe Mlumbe, una autoridad tradicional de Malaui, recuerda que los locales no solo vendían la madera del bosque, sino también sus frutos. Relata que en su juventud, en los años setenta, solía recoger granadillas y fresas en la montaña para luego venderlas en el mercado local de Zomba. “Es triste ver que hayan desaparecido debido a la deforestación del bosque”, relata el jefe Mlumbe, “ahora se habla de esa guerra entre monos y habitantes de las aldeas, ya que unos y otros luchan por encontrar alimentos”.

Los madereros han esquilmado ya más de 200 hectáreas de bosque y siguen talando árboles ilegalmente para obtener carbón vegetal, pero también maderas, reconoce Emmanuel Nkhoma, director en funciones de las plantaciones de la meseta de Zomba. Nkhoma admite que la lucha contra los madereros ilegales ―de los que puede haber “cientos”, dice― tampoco ha sido fácil, porque no dudan en matar a quien se interponga en su camino. Ocho guardias forestales fueron asesinados en Malaui el año pasado, según aseguró el ministro de Recursos Naturales y Cambio Climático, Owen Chomanika, en febrero de 2025.
“Tenemos pocos guardas forestales, incapaces de hacer frente a la situación por sí solos. Se calcula que hay más de 100 madereros ilegales en los bosques de [Zomba], y amenazan a cualquiera que intente plantarles cara”, explica Nkhoma.
Malaui pierde unas 33.000 hectáreas de bosque debido a la expansión de la agricultura, el cultivo del tabaco y la gran dependencia del carbón vegetal para cocinar
Susan Ngwira y Teiji Watanabe, de la Universidad Hokkaido
Según las investigaciones de Susan Ngwira y Teiji Watanabe, de la Universidad de Hokkaido, se estima que Malaui pierde unas 33.000 hectáreas de bosque al año debido primordialmente a la expansión de la agricultura, el cultivo del tabaco y la gran dependencia del carbón vegetal para cocinar. Según estos cálculos, en 2021 y 2023, el 89% de la pérdida de cubierta arbórea se produjo en bosques naturales, lo que provocó una deforestación de 57.900 hectáreas y la liberación de 20,4 millones de toneladas métricas de emisiones de CO₂.
Soldados y multas muy bajasEl Ministerio de Recursos Naturales, a través del departamento de silvicultura, ha desplegado al ejército para contribuir a proteger los bosques, pero no es sencillo mantener el proyecto, según Nkhoma. En la última iniciativa se invirtieron unos 16 millones de kuacha malauí (unos 8.200 euros) para financiar la medida durante un mes.
El responsable de plantaciones afirma que la iniciativa es positiva y eficaz, pero cara y poco sostenible en el tiempo, ya que se necesita mucho dinero para pagar a quienes hacen el trabajo. “La contratación de soldados es efectiva, pero no es sostenible pues, dada nuestra escasez de recursos, no es fácil contratarlos con asiduidad. Por tanto, tenemos que recurrir a nuestros guardas forestales. Pero la tarea es ardua; los asaltantes siguen haciendo incursiones y se han adueñado de algunas zonas de los bosques”, dice Nkhoma.
El encargado añade que otro factor que sigue empujando a la gente a continuar con estas prácticas son las sentencias dictadas por los tribunales, que imponen multas bajas y resultan demasiado indulgentes.
“Cuando se detiene y acusa a los madereros ilegales, a veces se les impone una multa de unos 100.000 kuachas (51 euros), una cantidad asequible para ellos. Se las arreglan para pagar y se van a casa. Y al día siguiente ya vuelven a esquilmar los bosques. Me gustaría que los tribunales impusieran penas realmente duras, para disuadir a otros posibles infractores y proteger así nuestros bosques”, afirma Nkhoma. También insta al ministerio a que aumente el número de guardas forestales para asegurar la protección de los bosques.
La montaña alberga importantes ecosistemas beneficiosos para la población, y esa misma montaña nos abastece además de agua
Nicholas Mwisama, presidente de Transparency Initiative
Nicholas Mwisama, presidente de las organizaciones de la sociedad civil de Zomba, afirmó que han estado insistiendo frente al ayuntamiento y el consejo de distrito para que se protejan los bosques. Pero, de acuerdo con Mwisama, aunque la contratación de soldados es una forma eficaz de proteger los bosques, no es sostenible debido a la escasez de recursos.
“Creemos que lo mejor es tratar el tema con los madereros y sentarnos en una mesa redonda para discutir soluciones duraderas al problema. La montaña alberga importantes ecosistemas beneficiosos para la población, y esa misma montaña nos abastece además de agua, así que necesitamos aunar esfuerzos para acabar con las malas prácticas de una vez por todas”, explica Mwisama, que también es director de Transparency Initiative, una de las organizaciones que ha liderado la presión civil para la protección del bosque.
Su organización ha planteado alternativas como plantar solo árboles autóctonos y frutales en las campañas de restauración para reducir las talas ilegales, que se enfocan más en los árboles para obtener madera y carbón vegetal. “Además de los árboles cosechables, tenemos que emplear otros no cosechables, de modo que una parte de ellos se mantenga intacta”, afirma Mwisama.
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