Nadeesha Uyangoda, escritora: “Las personas racializadas somos vistas como un bloque homogéneo”

En 2021, la voz de la escritora y periodista Nadeesha Uyangoda (Sri Lanka, 32 años) irrumpió con fuerza en el panorama literario italiano con La única persona negra en la habitación, una obra que acaba de ser editada en español por Los Libros de la Mujer Rota y Esto No Es Berlín y que narra con lucidez y firmeza lo que significa crecer, habitar y resistir siendo una mujer racializada en una sociedad que sigue sin asumirse diversa.
Pese a que Uyangoda es de origen asiático, a lo largo del texto y en el título, ella utiliza la palabra “negra” porque, en sus propias palabras recogidas en una nota a la edición al comienzo del libro: "La única persona negra en la habitación, en Italia, está destinada a representar todo lo que implica ser una minoría. Y no sirve de nada que te esfuerces por explicar que un negro italiano de origen africano es diferente respecto a uno de origen indio, suramericano o chino... Un no blanco, en un grupo de caucásicos, es simplemente un negro".
En este libro, a caballo entre el testimonio autobiográfico y el ensayo, Uyangoda, que nació en Sri Lanka y llegó a la provincia italiana de Monza-Brianza a los 6 años, no se limita a contar su historia: construye una cartografía de exclusiones y resistencias, de afectos y fracturas, que resuena en toda Europa. Al relatar lo que implica ser vista como “la extranjera” incluso cuando se tiene un acento local o explicar cómo el tokenismo [introducir grupos minoritarios en un contexto, pero solo de manera superficial] se disfraza de inclusión, denuncia la falsa neutralidad de un sistema que reproduce jerarquías raciales con eficacia silenciosa pero implacable.
Además de su faceta literaria, Uyangoda es autora del podcast Sulla Razza, un proyecto pionero en Italia que aborda el racismo desde una mirada interseccional y decolonial. Allí, junto a otras voces racializadas, reflexiona sobre los discursos mediáticos, las políticas migratorias, el lenguaje institucional y las representaciones culturales que perpetúan la exclusión. “En Italia aún se piensa que, si no hay esclavitud, no hay racismo. Se confunde la ausencia de cadenas con la ausencia de discriminación”, explica en una entrevista con este diario en junio durante su paso por Madrid en el marco de la Feria del Libro.
Pregunta. El libro nació como un artículo. ¿Cómo fue ese proceso de transformarlo en ensayo?
Respuesta. El artículo se publicó en una revista literaria y llamó la atención de quien luego se convirtió en mi editor. Me dijo que mi escrito era ya un libro en potencia, aunque para ser honesta, yo dudé al comienzo. Para mí no se trataba solo de contar mi experiencia, sino de abrir una conversación con la sociedad. Quise encontrar una forma que no fuera solo testimonial, sino también analítica. Medir cuánto exponer de mí, cuánto dejar a la investigación, cuánto invocar lo colectivo. Creo que logramos un equilibrio.
En Italia aún se piensa que, si no hay esclavitud, no hay racismo. Se confunde la ausencia de cadenas con la ausencia de discriminación
Nadeesha Uyangoda, escritora y periodista
P. Dice que no se considera activista, sino escritora. ¿Por qué es importante hacer esa distinción?
R. Respeto profundamente el trabajo del activismo, pero lo mío es otro camino. Yo investigo, leo, escribo. No organizo movilizaciones ni estoy en la calle. Sin embargo, si eres una mujer negra que escribe sobre racismo, se te impone esa etiqueta. En Italia, cuando una persona racializada escribe, se espera que hable solo de eso. No puedes escribir una novela sin que te pregunten si está basada en tu vida. Esa reducción es otra forma de exclusión.
P. El libro introduce, entre otros, conceptos como interseccionalidad y colorismo. ¿Estos términos forman parte del debate social cotidiano en Italia?
R. No. Durante los dos años en que presenté el libro en Italia, me encontré con personas que nunca habían oído hablar de esto. Algunas incluso evitaban pronunciar la palabra ‘raza’, como si fuera un vestigio del pasado, enterrado con el fascismo. Pero la raza sigue operando como una estructura viva de exclusión. En Italia aún se piensa que, si no hay esclavitud, no hay racismo. Se confunde la ausencia de cadenas con la ausencia de discriminación. Se repite que ‘todos somos iguales’, pero las miradas, los silencios, las ausencias siguen marcando nuestras vidas. Y es ahí donde nos movemos, constantemente, entre dos extremos: la invisibilidad legal y la hipervisibilidad racial. Lo que casi nunca se nos concede es una mirada nítida, plena, que nos reconozca como ciudadanas de pleno derecho.
P. En ese sentido, habla también de “negritud política”. ¿Qué implica ese concepto para usted?
R. Implica reconocer que, frente a la normatividad blanca, las personas racializadas somos vistas como un bloque homogéneo. En Italia, por ejemplo, no hay muchas palabras para nombrar nuestras experiencias. En un contexto blanco, no importa tu historia o tu acento: eres “la otra”. La negritud política no niega las especificidades étnicas, pero subraya que compartimos una experiencia de marginalización común. Y mientras sigamos fragmentadas por etiquetas, debilitamos nuestra fuerza colectiva.
Sin ciudadanía no hay derechos. No puedes votar, no puedes transformar las instituciones
P. Ahora su libro ha llegado a España: ¿Cree que lo que escribe pueda resonar también aquí?
R. Sí, porque aquí hay una pluralidad de voces que me interesa y me interpela. Conocí el trabajo de escritoras migrantes como Gabriela Wiener, que construyen comunidad desde la literatura. España es un espacio multilingüe, multinacional, diverso. Era el lugar ideal para que este libro siguiera su camino. También es verdad que cuando escribí La única persona negra en la habitación, me preocupaba que fuera demasiado local. Pero me di cuenta pronto de que habla de temas globales como la pertenencia, la ciudadanía, el poder, el amor atravesado por jerarquías raciales o de clase. Todo eso también ocurre aquí: es un libro que parte de Italia, pero dialoga con una experiencia transnacional europea.
P. Uno de los temas centrales de su obra es la ciudadanía. ¿Por qué?
R. Porque sin ciudadanía no hay derechos. No puedes votar, no puedes transformar las instituciones. Y eso afecta directamente a las nuevas generaciones. Nací en Sri Lanka, pero crecí en Italia desde los 6 años. Mi madre me crio sola, trabajando como cuidadora interna. Viví con las familias para las que ella trabajaba. No teníamos contacto con Sri Lanka. Crecí en una familia prestada, en un contexto conservador, con la Liga Norte en ascenso. Era la única niña negra en la escuela. Hoy las aulas son más diversas, pero la ley de ciudadanía no ha cambiado y aún hoy muchos niños y niñas siguen sin ser reconocidos como italianos e italianas.
P. Su próximo libro será una novela. ¿Qué supone ese giro para usted?
R. Es un gesto de libertad. Corpi che contano, mi segundo ensayo, ya fue un paso hacia otros lenguajes, poniendo el foco en la clase social, desde una mirada interseccional que interpela raza y género. Pero con la novela quiero reivindicar algo que a menudo se nos niega: la capacidad de imaginar. Las personas negras también escribimos ficción, también creamos mundos.
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EL PAÍS