Vavílov, el botánico que murió de hambre en una prisión soviética por defender la ciencia para dar de comer al pueblo

En la historia de la ciencia, pocas veces un enfrentamiento entre dos científicos ha tenido consecuencias tan profundas y trágicas como el que protagonizaron Nikolái Vavílov y Trofim Lysenko en la Unión Soviética.
Ambos botánicos defendieron teorías opuestas sobre la herencia y la mejora de los cultivos. Pero sus ideas no solo chocaron en el terreno científico: el duelo entre Vavílov y Lysenko fue también un choque entre ciencia y pseudociencia, entre apertura y dogmatismo, entre la búsqueda del conocimiento y la manipulación ideológica.
Nikolái Ivánovich Vavílov nació en 1887, en una Rusia que aún arrastraba el peso de las hambrunas y la pobreza rural. Desde joven se apasionó por la agricultura y la botánica, convencido de que el conocimiento científico podía ser la clave para alimentar a su país.
Estudió agronomía en Moscú y pronto se sumergió en el mundo de la genética, una disciplina entonces emergente gracias a las leyes de Mendel y a los trabajos de genetistas como William Bateson.
Vavílov se propuso una misión titánica: recorrer el mundo para recolectar y catalogar la mayor diversidad posible de especies cultivadas. Organizó y lideró más de cien expediciones a todos los continentes, desde Asia Central hasta América Latina, pasando por África y Europa. Su objetivo era entender el origen y la evolución de los cultivos, y para ello desarrolló una de las teorías más influyentes de la botánica: la teoría de los centros de origen.

Según Vavílov cada planta cultivada tiene un centro geográfico donde se originó y donde, por tanto, presenta la mayor diversidad genética. Cuanto más antiguo y extendido es el cultivo en una región, mayor es la variedad de formas y adaptaciones que se encuentran allí. Así, localizando estos centros de diversidad, los científicos podían identificar los antepasados silvestres de los cultivos y aprovechar esa diversidad para mejorar las cosechas.
Vavílov fue pionero en la creación de bancos de germoplasma, verdaderos bancos genéticos donde se conservaban semillas y material vegetal de miles de especies y variedades. Su trabajo sentó las bases de la genética aplicada a la agricultura y del fitomejoramiento científico, es decir, a la mejora de las plantas cultivadas mediante la selección y el cruce controlado, siempre apoyado en la genética mendeliana.
Trofim Denísovich Lysenko nació en 1898 en una familia campesina de Ucrania. Su formación fue mucho más limitada que la de Vavílov, pero supo aprovechar el clima político de la época para ascender en el mundo académico soviético. Se presentó como un hombre del pueblo, ajeno a las elucubraciones burguesas de los científicos de laboratorio. Su gran promesa: acabar con el hambre en la URSS mediante métodos agrícolas revolucionarios y, sobre todo, sencillos.
La teoría de Lysenko se basaba en una reinterpretación extrema de las ideas de Lamarck, el naturalista francés que en el siglo XIX había defendido la «herencia de los caracteres adquiridos». Según Lysenko, las plantas podían cambiar sus características si se modificaban las condiciones del entorno, y esos cambios se transmitían directamente a la descendencia. Así, por ejemplo, si se sometía el trigo al frío antes de sembrarlo (vernalización) se obtendrían plantas más resistentes al invierno, y esas mejoras se heredarían en las siguientes generaciones.
Lysenko rechazaba de plano la genética mendeliana, a la que tachaba de «pseudociencia burguesa». Para él, hablar de genes era una forma de justificar las diferencias sociales y de negar el poder del ambiente y la educación sobre los seres vivos. Sus métodos, aunque presentados como grandes avances, carecían de base experimental sólida y, en la práctica, no daban los resultados prometidos.
Vavílov defendía que la mejora de los cultivos debía basarse en la comprensión de la variabilidad genética y en la selección de las mejores variedades, aprovechando el conocimiento de los centros de origen y la diversidad de las especies.

Las discusiones entre ambos y sus seguidores se convirtieron en auténticos duelos públicos, tanto en la prensa como en reuniones científicas y políticas. Vavílov intentaba rebatir los argumentos de Lysenko con datos y experimentos, pero pronto quedó claro que el enfrentamiento no era solo científico, sino profundamente ideológico.
En la Unión Soviética de Stalin, la ciencia no era un refugio neutral. El poder político buscaba resultados inmediatos y rechazaba cualquier teoría que no encajara con la ideología oficial. Lysenko supo explotar esta situación: presentó su rechazo a la genética mendeliana como una defensa del marxismo y acusó a Vavílov y a sus colegas de ser «reaccionarios» y «enemigos del pueblo».
El régimen estalinista, ávido de soluciones rápidas para acabar con las hambrunas y aumentar la producción agrícola, abrazó las promesas de Lysenko. La genética clásica fue declarada «pseudociencia burguesa», los retratos de Lysenko colgaban en los institutos científicos y la investigación genética fue prácticamente prohibida en la URSS. Los científicos que se opusieron al lysenkoísmo fueron perseguidos, destituidos, encarcelados o ejecutados.
Vavílov murió de hambre en una prisión soviética en 1943. Su legado científico fue silenciado durante años, mientras el lysenkoísmo dominaba la biología soviética y retrasaba el desarrollo científico del país durante décadas.
ABC.es