En psiquiatría, la intervención temprana en jóvenes es crucial para prevenir enfermedades crónicas.

Angelina pronto cumplirá 16 años. Reclinada en su silla en el consultorio de la Dra. Marie-Alix Laroche, hace girar las grandes cuentas grises de su pulsera entre sus dedos. «La última vez me dijiste que sentías que te observaban, que sentías que los demás querían hacerte daño y que veías sombras», comienza la psiquiatra del Centro de Evaluación de Jóvenes Adultos y Adolescentes (C'JAAD) del Grupo Hospitalario Universitario de Psiquiatría y Neurociencia de París (GHU), en este día de finales de mayo. «La idea es que anotes todo esto y veas cómo lo experimentas a diario». Angelina, cuyo nombre ha sido cambiado, al igual que el de los demás jóvenes entrevistados, asiente. Con las piernas cruzadas y los hombros ligeramente encorvados, la acompaña su madre.
—¿Alguna vez sientes sensaciones extrañas en el cuerpo? —pregunta la doctora Laroche con voz suave, pero sin condescendencia—. Sí, siento como si insectos me recorrieran la piel o como si algo me picara —responde la joven. También confiesa que a veces siente que no es ella quien piensa, como si fuera otra persona. ¿Qué le dicen esos pensamientos? —Que salte desde un lugar muy alto —susurra Angelina—. Pero no les hago caso —añade .
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Le Monde




