Conductoras, barberas o zapateras: la crisis económica abre a las nigerianas las puertas de oficios dominados por los hombres

Iyabo Ibrahim se ganaba la vida vendiendo fufu, un plato elaborado con yuca, en las calles de Kuntu, en el Estado de Kwara, de Nigeria. Sin embargo, cuando el precio de la yuca empezó a subir en 2020, dejó de ganar lo suficiente para mantener a sus nueve hijos. Tampoco veía como una opción el trabajo doméstico, pues estaba muy mal remunerado. Y tomó una decisión arriesgada: conducir triciclos usados para el transporte de personas o mercancías, un trabajo dominado por los hombres.
A pesar de que estaba embarazada y de que debía enfrentarse a los peligros de aprender a conducir por vías llenas de camiones y al estigma de ser mujer en un sector masculinizado, siguió adelante. Ahora trabaja en turnos diarios, y a veces de noche, para pagar los gastos escolares de sus hijos y el alquiler. “Acababa de dar a luz, pero volví al trabajo antes de que mi bebé cumpliera 41 días”, afirma. “No tenía padre ni familia que me apoyara, así que tenía que encontrar una solución”.
Iyabo no es un caso aislado. Cada vez más mujeres nigerianas irrumpen en oficios tradicionalmente reservados a los hombres. La razón principal es la crisis económica que encarece la vida y el deseo de cambiar las normas culturales y sociales que las han excluido de ciertos sectores.
Algunos hombres me cortan los hilos con los pies, solo para fastidiarme. Dicen que una mujer no debe hacer este trabajo
Suleiman Barakat, tejedora
El país, que atraviesa la peor crisis económica de las últimas décadas, ha experimentado un aumento de la inflación a más del 30% y un incremento del desempleo y los índices de pobreza. En este país, 30,9% de las personas viven bajo el umbral de pobreza extrema, es decir, con 2,15 dólares al día. Aunque no hay cifras recientes ni precisas sobre la informalidad en Nigeria, datos del Banco Mundial coinciden en que es una práctica extendida en distintos sectores económicos. Un estudio de 2015 de la misma fuente calculaba que la tasa de informalidad en trabajos no agrícolas superaba el 80%.
Un informe del Banco Africano de Desarrollo publicado en noviembre de 2024 concluía que las mujeres africanas “son más propensas a desempeñar empleos vulnerables en el sector informal, lo que se traduce en ingresos más bajos y peores condiciones laborales” y “siguen soportando una carga muy desigual de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que las aleja de un empleo con salario“.
Paralelamente, cifras del programa de Mujeres y Política Exterior del Consejo de Relaciones Exteriores revelaban hace algo más de un lustro que la economía de Nigeria podría crecer un 23% en 2025 si las mujeres se incorporaran al mundo laboral tal y como hacen los hombres. Pero el Foro Económico Mundial, en su Índice Global de Brecha de Género de 2025, situó a Nigeria en el puesto 124 de 148.

Mahmud Olayinka Shaffau, una mujer casada de 35 años de la comunidad de Ajikobi, en el Estado de Kwara, decidió dedicarse a fabricar zapatos para aliviar la carga económica de su familia. Madre de cinco hijos, se inició en el oficio después de casarse, convencida de que el hecho de ser mujer en un sector dominado por los hombres atraería clientes. “Como es un trabajo que conozco muy bien, doy gracias a Dios por la cantidad de clientes que tengo desde que empecé, hace tres años”, explica a este diario. Sus ingresos le han permitido hacer comparar para sus hijos sin depender de su marido para todo.
No obstante, el aprendizaje del oficio le acarreó dificultades personales. Como estaba amamantando, era frecuente que llegara tarde a las lecciones y tenía que soportar los insultos de su instructor, más joven que ella. “Me hablaba en tono desagradable y me decía cosas como: ‘Si no te interesa aprender el oficio, deberías dejar de venir’”, recuerda. Hoy en día, tiene su propio negocio y forma a chicas jóvenes de su comunidad.
Igualdad salarialHubo incluso mujeres que prohibieron a sus hijos venir a mi local. Les parecía inapropiado que una mujer cortara el pelo
Maryam Muhammad, peluquera
Suleiman Barakat, una tejedora artesanal de 22 años de la comunidad Kuntu, en el Estado de Kwara, también acabó en un oficio desempeñado esencialmente por hombres, después de terminar la secundaria y formarse como peluquera. Como no podía por el momento abrir su propio salón, tejer, pese a ser un trabajo exigente desde el punto de vista físico, le pareció una alternativa viable. “Me ofrecieron un puesto de vendedora, pero el sueldo era muy bajo, unas 10.000 nairas (5,68 euros) al mes”, explica. “Tejer me da más del doble y me ha permitido cuidar de mí misma e incluso ayudar a mi familia”, celebra.
Barakat comienza a trabajar cada mañana después de terminar las tareas domésticas y teje bajo el sol abrasador hasta la noche, con pausas frecuentes por el cansancio y el dolor de espalda. Pero lo peor, dice, es la discriminación. “Algunos hombres me cortan los hilos con los pies, solo para fastidiarme”, explica. “Dicen que una mujer no debe hacer este trabajo”. Sin embargo, con el tiempo, ha demostrado su pericia y se ha ganado la confianza de quienes antes dudaban de ella, que ahora le hacen encargos. “Mientras pueda ganar dinero con esto, seguiré haciéndolo, hasta que pueda poner mi propio salón de peluquería”, añade.
Maryam Muhammad, de 24 años, sí logró abrir una peluquería en Ilorin, capital de Estado Kwara, a pesar de las normas sexistas que siguen imperando en su conservadora comunidad. Aprendió el oficio gracias a amigos varones que la apoyaron. Pero, cuando abrió su salón, nada fue fácil. “Hubo incluso mujeres que prohibieron a sus hijos venir a mi local porque les parecía inapropiado que una mujer cortara el pelo”, lamenta. “Pero con el tiempo, la gente vio que necesitaba este trabajo y, poco a poco, empezó a enviarme a sus hijos”, explica.
Hoy, Muhammad atiende a una clientela cada vez mayor, entre la que hay mujeres que se sienten más cómodas con ella. Es conocida por sus elaborados diseños de corte de pelo y reconoce que la gente suele sorprenderse de su habilidad. “No esperan que una mujer sea tan diestra”, afirma con una sonrisa. Aunque los cortes de luz y el coste del combustible repercuten en su trabajo, está decidida a seguir. “Mi pasión y los ingresos que obtengo me ayudan a seguir adelante”, explica. “Quiero que haya más mujeres en este sector para que podamos hacer maravillas con el cabello de la gente”, pide.

Favour Adeboye, activista nigeriana por la igualdad de género, celebra este avance y pide directrices legales más claras para proteger a las mujeres y promover la igualdad salarial. “Las políticas deben garantizar la justicia financiera, la protección del empleo y unos entornos de trabajo seguros”, afirma.
Para Bello Audu, economista de la Universidad Usmanu Danfodiyo de Nigeria, la llegada de las mujeres a ámbitos tradicionalmente dominados por los hombres “no es solo una solución económica, sino un reflejo de la globalización”. “Pero las normas culturales y religiosas siguen restringiendo y definiendo las funciones que pueden desempeñar. Muchos siguen pensando que ciertas profesiones les están vetadas”, concluye el experto.
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