"¿Qué te puedo servir?": los mozos robots ya están entre nosotros, no piden propina y son cada vez más "humanos"

La escena ya no pertenece a una película o serie futurista, como Robotina de los Supersónicos o H.E.R.B.I.E en los Cuatro Fantásticos. En Argentina, los robots comienzan a formar parte de la vida cotidiana. Desde perros mecánicos que patrullan calles y fábricas hasta mozos automatizados que sirven platos en restaurantes, la robótica se abre paso en todo tipo de rubros.
A las populares cámaras, alarmas y tótems hoy se complementa con perros robóticos equipados con cámaras térmicas, radares y transmisión en vivo que ya recorren barrios cerrados o espacios públicos. De acuerdo a sus múltiples características, los robots gozan de una versatilidad que los hace eficiente con un mismo objetivo: sumar eficiencia y seguridad.
No todo en el mundo de la robótica está enfocado en la seguridad o la vigilancia. También aparecen modelos pensados para la vida cotidiana y el servicio al cliente. Un ejemplo es el Dinerbot T9, que ya se utiliza en restaurantes y hoteles de varias ciudades. Este modelo cuenta con bandejas ajustables a distintas alturas, capaces de soportar hasta 40 kilos en total, lo que lo convierte en una especie de “mozo robótico” ideal para transportar platos o bandejas sin esfuerzo humano.
La autonomía es otro de sus diferenciales: puede trabajar hasta 18 horas con una sola carga y luego regresa por sí mismo a la base para recargarse en apenas 4 horas. Todo se maneja desde una pantalla táctil grande y a la altura perfecta, pensada para simplificar la interacción tanto con clientes como con el personal.
El secreto está en su tecnología central: navegación precisa mediante mapas digitales, sensores 3D para esquivar obstáculos en tiempo real y algoritmos que permiten que varios robots trabajen en simultáneo sin cruzarse. Incluso el chasis tiene suspensión independiente con absorción de impactos, algo inusual en equipos de servicio, que le permite moverse sin problemas en superficies irregulares o en pasillos de apenas 70 centímetros de ancho.
En la Argentina, la llegada de esta tendencia está siendo empujada por empresas que buscan abrir el mercado desde cero.
“Somos pioneros en la industria, entendiendo todas las barreras que tiene una tecnología tan nueva. Al principio llamábamos por teléfono y nadie atendía; hoy son las grandes marcas las que nos buscan. Estamos convencidos de que esto no es una moda, sino una herramienta que va a estar cada vez más presente en la vida diaria, transformando cómo trabajamos, consumimos y vivimos”, afirmó Guido Boto, Product Manager de Ibis Robotics.
Dinerbot T9, Keenon Robotics, operan en el Jardín Japonés.
Su objetivo es traer a la región robots de delivery, limpieza y logística, representando a dos gigantes del sector: Pudu Robotics y Keenon Robotics.
Además de los modelos de servicio como el Dinerbot T9, Ibis comercializa robots de limpieza capaces de cubrir hasta 6.000 metros cuadrados con una sola carga, con funciones que van desde aspirar y barrer hasta fregar y secar pisos. También ofrecen unidades de logística industrial que pueden mover hasta 800 kilos y conectarse con ascensores y puertas automáticas para recorrer fábricas y depósitos sin intervención humana.
Hay unidades que trabajan exclusivamente en el ámbito gastronómico o el comercio, desde el Jardín Japonés y el estadio Monumental de River en la Ciudad de Buenos Aires, hasta el supermercado mayorista Lino Mall de Córdoba, y empresas de alimentos como Tostadas Mariere en Marcos Paz. Además, están en funcionamiento en bares y confiterías como Código Bar y Confitería 9 de Diciembre, y pronto desembarcarán en tres hoteles de Buenos Aires que ya tienen contratos firmados.
La reacción con esta clase de robots suele ser inmediata: los clientes hablan de un “efecto wow” cuando se cruzan por primera vez con uno de estos robots, en un mercado donde la penetración todavía es baja. “Lo que buscamos es que las personas puedan concentrarse en tareas de mayor valor mientras los robots se ocupan de la logística repetitiva”, resume Boto.
La robótica, entonces, no avanza en un único frente. Mientras los robots de servicio apuntan a agilizar tareas en entornos urbanos y comerciales, los perros robots de seguridad aparecen como aliados en la vigilancia de perímetros industriales, patrullajes en la vía pública o incluso tareas de rescate en derrumbes. Ambos casos muestran cómo estas máquinas empiezan a convivir en nuestro día a día: unas como asistentes que sirven platos o limpian pisos, otras como herramientas de seguridad que llegan adonde un humano no puede.
Los perros robot de Big Dipper.
Hay humanoides y otros que se caracterizan por tener forma de perro, con cierta similitud a los mundialmente conocidos de Xiaomi o que guardan características de Spot, el de Boston Dynamics. Lejos de ser una curiosidad o un producto futurista, los modelos de la marca Big Dipper se están convirtiendo en herramientas concretas para la seguridad, la industria y hasta para emergencias.
En la Argentina, por ejemplo, varias empresas ya trabajan con este tipo de máquinas que, lejos de reemplazar a los vigiladores, funcionan como un complemento tecnológico capaz de llegar donde las personas no pueden.
La idea, a priori, es clara: llevar la inseguridad lo más lejos posible del usuario. En ese contexto, los robots cuadrúpedos se usan para patrullar zonas abiertas, fábricas o barrios privados, donde un guardia humano tendría dificultades, ya sea por las temperaturas extremas o la amplitud del terreno.
Estos equipos cuentan con cámaras térmicas, radares y transmisión de video en tiempo real. Pueden desplazarse por superficies irregulares, agazaparse o ingresar en zonas de difícil acceso. El material que registran se transmite a un centro de operaciones, donde se aplican herramientas de biometría, detección de matrículas o identificación de personas buscadas.
Un ejemplo concreto de esta tecnología, aseguran desde la empresa, se ve en Santiago del Estero. Allí un robot patrulla de forma autónoma la peatonal principal, está equipado con cámaras y actualizado a diario con la base de datos de prófugos del Poder Judicial. Su misión es la de recorre el espacio público como un agente más, aunque su aporte es silencioso y altamente tecnológico, entre sus características tiene reconocimiento facial y detección de personas buscadas en tiempo real.
El potencial de los cuadrúpedos no se limita a la seguridad. Durante derrumbes o catástrofes, como el ocurrido en el hotel de Villa Gesell a fines del 2024, este tipo de unidades pueden ingresar entre escombros, iluminar la zona, transmitir video en vivo y hasta permitir comunicación bidireccional entre rescatistas y víctimas atrapadas.
El humanoide H1, de Big Deeper. Hoy ya es obsoleto.
La minería es otro sector donde los cuadrúpedos están encontrando su lugar. Los robots pueden transportar sustancias peligrosas, montar brazos robóticos o realizar mediciones térmicas de transformadores en campo abierto sin exponer a trabajadores a condiciones extremas. En este ámbito, la versatilidad es clave: el mismo robot puede dedicarse a seguridad, logística o inspecciones técnicas.
“Estos equipos no vienen a reemplazar personas, sino a potenciarlas”, sostiene Gabriel Bruno, Gerente de Marketing de Big Dipper.
Asimismo, el avance tecnológico de los últimos años hizo posible bajar los costos de muchas de estas unidades.
En el segmento de los humanoides, por ejemplo, el modelo H1 de la marca fue el primero que llegó a Argentina hace dos años y costaba 200 mil dólares. Podía caminar con dificultad, se caía y le costaba levantarse. Ahora, gracias a una producción en serie, el nuevo R1 trae un software mejorado y cuesta menos de 30 mil dólares.
"Es complicado en Argentina querer comprar un humanoide, justificar un presupuesto para ese fin, por más que salga cada vez menos, y hay herramientas mucho mejores, que son los cuadrúpedos, los perros. Estos pueden llevar un desfibrilador, una cámara térmica, esquivar objetos o saltar y hasta salvar una vida por unos 2.900 dólares", cierra Bruno.
Clarin