Satélites: la contaminación electromagnética de las megaconstelaciones obstaculiza cada vez más la radioastronomía

Aunque la contaminación lumínica de las megaconstelaciones de satélites en los telescopios ópticos es ahora bien conocida y documentada, el impacto de las telecomunicaciones en órbita terrestre baja en la radioastronomía es una preocupación algo más reciente. Pero cuantificar el fenómeno no es fácil. Esto es lo que hizo un equipo de científicos de la Universidad de Curtin en Australia, cuyo trabajo fue publicado el 17 de julio en la revista Astronomy & Astrophysics . Los investigadores analizaron más de 76 millones de imágenes, tomadas durante un total de 29 días, utilizando el Engineering Development Array 2 (EDA2), un prototipo de radiotelescopio ubicado en el desierto de Australia Occidental. Precede, en el mismo sitio, a parte del futuro Square Kilometre Array (SKA), el radiotelescopio más grande y poderoso del mundo, que comenzará a operar en 2028.
¿El resultado? A lo largo de estos veintinueve días, los astrónomos detectaron nada menos que 112.534 señales de radio de 1.806 satélites Starlink, el proveedor de servicios de internet satelital de SpaceX, identificados uno por uno por los investigadores. «En algunos datos, observamos que hasta el 30 % de las imágenes presentaban interferencias de radio de los satélites Starlink», explica Dylan Grigg, autor principal del estudio y estudiante de doctorado en la Universidad de Curtin. Aún más preocupante, algunos de estos satélites transmiten en frecuencias protegidas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT); por ejemplo, 703 de ellos fueron identificados transmitiendo en frecuencias entre 150,05 y 153 megahercios, un rango que, al igual que el 3,7 % del espectro radioeléctrico, está protegido y en el que no se autoriza ninguna transmisión para no interferir con la escucha de estas señales provenientes del cielo profundo.
“Blindaje” insuficienteSin embargo, estas emisiones son incidentales: no son intencionales, sino el resultado de mecanismos que los ingenieros de Starlink no necesariamente habían previsto. Según los autores del estudio, la compañía de Elon Musk sugirió inicialmente que podrían provenir del sistema de propulsión de los satélites, ya que se observaron al elevar sus órbitas a su altitud operativa. Sin embargo, estas emisiones también se detectan en satélites que han alcanzado su órbita final. Los autores ahora plantean la hipótesis de que las señales provienen de la electrónica de a bordo de los satélites, que no está suficientemente protegida. «Dado que estas emisiones no forman parte de una señal intencional, los astrónomos no pueden predecirlas ni filtrarlas fácilmente», explica Grigg.
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Le Monde