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Casa de paja digital: El Estado aprende poco de sus errores

Casa de paja digital: El Estado aprende poco de sus errores

Existe una frase que resume a la perfección el estado actual de la transformación digital en la Administración Pública: « Lo barato sale caro». Y, lamentablemente, seguimos alimentando un ecosistema que confunde precio con valor, urgencia con estrategia y tecnología con modernización. ¿El resultado? Más de lo mismo: fracasos reiterados, caos anunciado y una sucesión de proyectos que nacen con gran pompa y mueren en silencio, dejando tras de sí millones de euros y la confianza de la ciudadanía.

El reciente colapso del sistema informático de los tribunales administrativos es solo el último episodio de una larga saga. El guion es conocido: se lanza un nuevo sistema con gran entusiasmo político, la comunicación oficial promete eficiencia y transparencia, y en cuestión de días lo que fue una «revolución digital» se transforma en una escena de parálisis. Jueces sin acceso a los expedientes, abogados en largas colas, tribunales suspendidos y todo un país observando, incrédulo, el déjà vu de la ineficiencia. Se aprende poco de los errores, y así la historia se repite, solo que con nuevos protagonistas.

El problema radica en la forma en que el Estado adquiere tecnología y carece de una estrategia clara de Sistemas de Información. Las licitaciones públicas, impulsadas casi exclusivamente por criterios de precio, crean un ecosistema que degrada las condiciones. Por conveniencia y temor a las evaluaciones cualitativas, se evitan las discusiones sobre la competencia del equipo, la robustez de la arquitectura o la madurez de la solución. El resultado es predecible: proyectos adjudicados al postor más barato, con equipos con poco personal y productos frágiles que colapsan ante la primera prueba en el mundo real. La transformación digital no se logra mediante subastas mezquinas, sino a través de la estrategia, el liderazgo, el rigor y la visión.

Y cuando parece que las cosas no pueden empeorar, aceleramos la migración a la nube pública con un entusiasmo casi religioso, olvidando que la soberanía digital no es solo una palabra bonita. Colocar sistemas estatales críticos en plataformas extranjeras sin un modelo de gobernanza sólido es irresponsable. Cuando un proveedor global con sede en EE. UU. estornuda, como ocurrió recientemente, afectando a varios servicios estatales esenciales como el NHS y NHS24, todo el país contrae una neumonía tecnológica. No es solo un problema técnico, sino también una cuestión de soberanía nacional.

Por lo tanto, es urgente crear reglas efectivas de gobernanza y arquitectura de datos, y no meros documentos decorativos. Necesitamos racionalizar los modelos de desarrollo, definir la madurez digital y evaluar el impacto estratégico de las decisiones tecnológicas. De lo contrario, seguiremos construyendo estructuras digitales frágiles y atractivas que se derrumban ante el menor soplo.

Ahora entra en escena una nueva figura: el Director de Tecnología del Estado. Pero la misión no será fácil. Es necesario fortalecer la estrategia digital, alinear los equipos, definir prioridades e identificar victorias rápidas que generen confianza. Y todo esto sobre un tren que ya está en marcha y que cada vez va más rápido. La elección es sencilla: o el nuevo Director de Tecnología, una persona a la que admiro profundamente por su profesionalismo, toma las riendas con firmeza y visión, o el país seguirá a la deriva, entre anuncios de innovación y desastres recurrentes.

Portugal no necesita más planes digitales ni eslóganes sobre "modernización". Necesita disciplina, liderazgo y la valentía de decir no a las soluciones superficiales y sí a la calidad y el valor. Porque, al fin y al cabo, de poco sirve pintar las paredes si la casa sigue siendo de paja.

observador

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